Hoy es uno de esos días en los que uno se levanta mal, atravesado, idiota. Uno de esos días en que los planetas se alinean o desalinean sólo para fastidiarte el poco humor que tienes, cuando se supone que el sábado debería ser el mejor día de la semana. Dicen por ahí, que a los hombres también les llega la regla; a mí al menos me llega cada 3 ó 4 meses, y se podría decir que ya estaba con atraso, hace rato no me sentía tan miserable como hoy.
Dentro de todo, el día no fue tan malo. Después de las 5 de la tarde, cuando ya había pasado un poco toda la rabia contra la vida, me junté a arreglar el mundo con Anita, una de mis mejores amigas, y entre conversa y tertulia, salió a colación el tema de la complacencia.
En lo personal, este tema se arrastra de toda la vida. Desde pendejo, cuando tenía no sé, un par de años, y mis papás decían: "Pero si a Tomasito no le molesta, mi hijo no se hace problemas, ¿cierto hijo?" Y yo seguro de que era el bacán en ese momento, decía que sí, y juraba que era algo súper bueno. Cada vez que había cualquier tipo de situación, Tomasito era el que no se hacía problemas, y cedía ante cualquier cosa, lo importante era dar en el gusto a los demás y no causar problemas, relajar las múltiples situaciones de tensión que siempre se presentaban (sobre todo por que mi hermana era imposible de tratar en ese entonces) y cual bombero, andar apagando incendios ajenos. Un verdadero imbécil.
Toda una vida siendo ese tonto, llevando esa carga en mí, me pasó la cuenta, era cosa de tiempo para que explotara. Lo curioso es que tan brainwashed me sentía, que incluso trataba de tragarme la rabia para no incomodar a los demás.
Quizás usted no entienda mi posición, quizás piense, ¡qué estupidez lo que este tipo dice!, pero permítame explicarle cómo una conducta arraigada como ésta, se extrapola a un nivel insoportable de vida, tal como un cáncer, y hace que una persona "normal" como yo, se vuelva un criminal en potencia, lleno de rabia.
Yo soy la clase de persona que siempre intenta hacer el bien, porque así me criaron. Soy bueno por naturaleza, me gusta ayudar a la gente, generalmente sin buscar recompensa, pero soy la clase de persona que no podía ir sentada en la micro tranquila, sabiendo que alguien podía necesitar el asiento, simplemente no podía. Si iba de pie en la micro, no iba tranquilo, porque alguien quizás necesitaba pasar o bajarse, y yo estorbaba la pasada, de igual manera si alguien caminaba, yo me corría del camino, daba la pasada, cedía en todo por naturaleza. El asunto en sí no es tan malo, la idea de ser así no sería tan descabellada, si alguien, sólo una persona se detuviera a darte las gracias alguna vez. Pero nadie lo hace. A nadie le importa una mierda que uno sea cortés, educado y bien intencionado, incluso aunque digan que sí les importa, la verdad es que no. La gente es floja, prefieren mil veces que alguien como yo, se pare y dé el asiento, porque siempre hay un Tomasito en alguna parte, y es más, incluso la gente que espera por el asiento, a veces te agradece con menosprecio, casi como si fuera una obligación darles en el gusto, ya sea por que son viejos, o mujeres, o viejas amargadas o simplemente porque no son yo y no se dan el tiempo de pensar en todas estas aburriciones mentales que matan el convivir diario. Para mí simplemente sentido común.
Hace más o menos 2 meses, tuve un encontrón de aquellos, con mi papá. Yo estaba tomándome una taza de té, con una cara amargadísima, con la mirada perdida entre la indignante basura que dan a diario en la tele a la hora de la once, y la figura de mi mamá, trabajando en el computador, como siempre hace cuando llega del trabajo, cuando mi viejo dice: ¿Quién dejó la luz de afuera prendida?; Bruno —Responde mi mamá— Ya Tomás, anda a apagarla...(intenté contener la ira de Asura reencarnada en mí) ¿Perdón? Las cosas se piden por favor —Le dije.—... Shhhhhhhis, esa si que estuvo buena, ¿Desde cuándo te tengo que pedir las cosas por favor a ti? Tú eres hijo, si yo digo algo tú lo haces, así que partiste a apagar la luz.—Dijo él—
No sabría explicar las ganas que tuve de pararme y sacarle la conchetumadre a combos, pero yo creo que se dio cuenta en cuanto me vio. Le exigí que se disculpara pero se fue refunfuñando indignado ante semejante rebeldía, ante tan estúpidas ocurrencias mías, a apagar la luz, y luego a acostarse. Tienes que entender a tu papá, él tiene otra crianza —dijo mi mamá— y esta es la parte que no entiendo ¿Entender qué? ¿Se crió con monos? ¿Piratas? ¿Por qué tengo siempre que entender yo a toda la gente? No tengo que entender ninguna mierda, estoy aburrido de tener que aguantando que todos los hueones me pasen a llevar, me pisoteen, y tragarme toda la mierda, sentirme el basurero de todos. ¿Qué se cree este weón? ¿Que soy un perro?
Es algo complicado el tema de la rabia. Es un tumor, un cáncer que crece, crece mucho y se escapa de las manos, se sale de control. A diario, estaba lleno de rabia, demasiado enojado con todo el mundo, como para pensar bien las cosas y enfriarme. Caminaba enojado, me alteraba con nada, si el computador se congelaba, gritaba de rabia (literalmente gritaba) si el asqueroso Xperia x8 no respondía, lo azotaba contra la pared hasta que pasara mi rabia (finalmente terminé rompiéndolo, y murió, jojojo y se sintió jodidamente bien) En fin, simplemente no se puede vivir así, no es sano. Adam sandler no pudo en Locos de ira (Anger Management) menos iba a poder yo.
La solución es bastante simple en realidad, ya no me importa nadie, no me importa nada. No me interesan sus problemas, sus necesidades, váyanse todos a la mierda, en serio :) No me caliento la cabeza por nadie, nunca más. Pueden como sociedad sentirse contentos de ser tan maleducados, mataron un alma, y otro parásito de la sociedad se les unió al grupo.
La frase del día:
La mucha bondad causa menosprecio.